Heidegger puede ser uno de los autores más complicados que he leído, tanto, que los libros que lo pretenden explicar son aún más difíciles. Pero he sacado algo en claro y te lo quiero compartir para que veas si, en tu vida, también se da.
En la vida de cada ser humano, hay tres condiciones básicas de la existencia descritas por Heidegger —facticidad, existencialidad y caída— .
No son meras teorías filosóficas, sino realidades palpables que modelan cada decisión y cada camino. Estas condiciones han sido también el telón de fondo de mi vida, especialmente en el momento en que decidí dejar mi trabajo en una notaría y embarcarme en la aventura de recorrer el mundo en bicicleta.
La facticidad: el punto de partida inevitable
La facticidad se refiere a aquello que no elegimos: las circunstancias en las que nacemos, crecemos y vivimos hasta que somos capaces de tomar decisiones propias. En mi caso, nacer en una sociedad estructurada,familia de clase media venida a menos y con dos tíos notarios, uno de ellos mi padrino, lo que me llevó estudiar derecho y a opositar a Notario.
Finalmente, tras cuatro años y medio de duros estudios, dejé la oposición y trabajé en una notaría.
Esta era mi facticidad, mis elementos de "arrojamiento" al mundo. Durante años, me desenvolvía en un entorno que dictaba las normas de lo que se supone que es una vida exitosa: estabilidad laboral, un salario seguro, reconocimiento social.
Sin embargo, en el fondo de mi ser, algo no encajaba. Aunque estaba “exitosamente arrojado” a una vida ordenada y predecible, la rutina diaria me pesaba. Sentía un vacío que ninguna promoción o aumento salarial podía llenar. Aquella situación, a la que no había llegado por elección consciente, era el punto de partida.
La facticidad no es una condena, pero sí un recordatorio de que no elegimos dónde comenzamos.
Aún así, desde allí podemos buscar nuestras propias posibilidades.
Existencialidad: abrirse al “poder-ser”
La existencialidad, ese "poder-ser" que menciona Heidegger, es la capacidad de imaginar, proyectar y elegir caminos distintos a los impuestos por la facticidad. La bicicleta fue mi herramienta para abrirme a estas posibilidades. Cada vez que la miraba, imaginaba horizontes distintos: paisajes por descubrir, culturas por conocer, personas por escuchar. Era más que un medio de transporte; era una invitación a redibujar mi vida según mis propios términos.