"En el arte de la serenidad, aprender a ceder es un triunfo."
— Eckhart Tolle.
La vida es una travesía en la que nuestras elecciones no solo determinan la dirección que llevamos, sino también el tipo de energía que incorporamos con nosotros. En cada pequeña decisión que tomamos hay que buscar siempre cómo preservar la energía, el equilibrio y la paz en medio de un mundo que a menudo parece estar en caos.
Uno de los aprendizajes más profundos que obtuve durante mis años como biciclown fue que, para vivir con serenidad, es esencial cuidar qué y quién ocupa nuestro espacio mental y emocional.
Las personas tóxicas, aquellas que drenan nuestra energía con actitudes negativas, críticas constantes o demandas desmesuradas, representan un desafío silencioso pero poderoso. La energía no es infinita; es un recurso limitado que debemos gestionar con inteligencia. Cada momento que dedicamos a alguien que nos desgasta, es un momento que podríamos haber invertido en relaciones que nos nutran y fortalezcan. ¿Cómo vamos a avanzar en nuestro propio camino si constantemente llevamos la carga de otros que no quieren o no pueden caminar por sí mismos?
Durante mis viajes, conocí a innumerables personas. Algunas eran fuentes inagotables de inspiración, como un guarda forestal en las montañas de Tajikistan que, con una sonrisa, compartía lo poco que tenía: su yurta para protegerme de un temporal.
Sin embargo, también me crucé con individuos que parecían llevar consigo una nube de negatividad. Personas que cuestionaban mis elecciones, criticaban mis sueños o proyectaban sus propios miedos en mí. Aprendí rápidamente que, aunque no podemos evitar estos encuentros, sí podemos decidir cuánta energía les damos.
Renunciar a las personas tóxicas no es un acto de egoísmo, sino de amor propio. Decir "no" a quienes nos consumen no significa que les deseemos mal, sino que elegimos priorizarnos. Y esto no siempre es fácil. A veces, esas personas son amigos de toda la vida, compañeros de trabajo o incluso familiares cercanos. Pero la verdad es que, para vivir en paz, debemos tener el coraje de establecer límites. Al hacerlo, abrimos espacio para relaciones que nos aporten, que nos eleven y que compartan nuestra visión de una vida más plena.
Otro pilar fundamental de la serenidad es aprender a renunciar a tener razón. Este es un concepto que puede resultar difícil de aceptar en una sociedad que valora el debate y la afirmación de nuestras opiniones. Pero, ¿de qué sirve ganar una discusión si el precio es perder la paz? En muchas ocasiones, insistir en tener la última palabra solo alimenta el ego y prolonga conflictos innecesarios.
Recuerdo un incidente con un hombre que me llevó para cruzar una reserva indígena en el Amazonas …