La importancia de elegir tu montaña (y no acabar atrapado en tu propia casa rural)
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Hace unos meses, me encontré con un amigo de la infancia, Julián. Había pasado de ser un chico despreocupado a convertirse en un jubilado con más propiedades que un magnate inmobiliario. Tenía pisos en la ciudad, garajes, y una casa de campo heredada de sus padres. Hasta aquí, todo parecía una historia de éxito. Pero, cuando le pregunté:
“¿Y qué haces ahora con todo esto?”, me miró como si le hubiera preguntado la teoría de la relatividad.
Julián estaba paralizado. Y no porque le faltaran opciones, sino porque tenía demasiadas.
Resulta que quería vender algunos de los pisos, pero le gustaban demasiado como para desprenderse de ellos. También pensó en transformar la casa de campo en un negocio de turismo rural, pero cada vez que imaginaba a hordas de turistas invadiendo su jardín, le entraba urticaria. Entonces, no vendía, no alquilaba, no arreglaba, no decidía. Y ahí estaba, con energía suficiente para mover montañas, pero sin saber cuál mover primero. ¿Te suena?
La trampa de las posibilidades infinitas
Esto no es exclusivo de Julián. Mucha gente pasa la vida acumulando opciones, pensando que cuantas más tengan, más libertad tendrán. Pero la verdad es que, sin un propósito claro, esa libertad se convierte en un ancla. Es como ir a un buffet libre: al principio todo parece delicioso, pero acabas con un plato lleno de cosas que no combinan y un remordimiento existencial porque no puedes terminar la comida que te has servido.
Julián no es que no tuviera energía; es que no sabía dónde ponerla. Y esto es lo que les pasa a muchos: confunden tener recursos con tener dirección. Se dedican a contemplar las montañas en el horizonte sin decidir cuál quieren escalar. Y así pasan los días, los meses, los años. Al final, lo único que se mueve es el polvo en sus muebles.
¡Elige tu montaña, maldita sea!
Elegir una montaña —o un propósito, o un objetivo— no es sencillo, lo admito. Implica renunciar a otras montañas, y a los humanos no nos gusta renunciar. Pero, como me gusta decir, si intentas escalar tres montañas a la vez, acabarás cansado en el valle. Es decir, sin haber subido a ninguna y lamentándote de tus rodillas.
Lo primero que hay que hacer es aceptar que no puedes con todo. No eres un superhéroe, ni falta que hace. La clave está en elegir una montaña que te motive tanto que te olvides de las otras. Y, sobre todo, que no te pase como a Julián: que no estés tan apegado a tus cosas que no seas capaz de soltarlas.
La aceptación es la clave de muchos problemas en la vida, sino de todos. No hay nada que con aceptación no puedas superara. De eso, y de cómo aplicarla y no confundirla con la resignación, va mi último libro (noveno) Abrazar la incertidumbre. Si lo quieres dedicado escríbeme un mensaje.
La ilusión del apego
“Es que me gusta esta casa”, decía Julián refiriéndose a la casa rural. “Es que este piso tiene potencial”, añadía. Y así con cada propiedad, cada objeto, cada idea que había pasado por su vida. Pero el apego no es más que una ilusión. Una excusa para no decidir. Porque decidir implica riesgo, y el riesgo da miedo.
Cuando te apegas a todo, acabas atrapado por todo. Tus cosas, que deberían ser herramientas para tu felicidad, se convierten en cadenas. Y lo peor es que no lo ves hasta que ya es demasiado tarde. ¿Qué hacía Julián con todo ese potencial inmobiliario? Nada. Absolutamente nada. Porque estaba tan ocupado aferrándose a él que no podía avanzar.
El éxito está más cerca de lo que crees
La buena noticia es que no necesitas venderlo todo ni cambiar tu vida de la noche a la mañana para encontrar tu propósito. A veces, el éxito está mucho más cerca de lo que pensamos. El problema es que, al no saber lo que queremos, nos distraemos con lo que creemos que deberíamos querer. Como Julián, que pensaba que tenía que convertir su casa rural en un negocio porque eso es lo que su vecino había hecho.
Pero ¿realmente quería hacerlo? No. Lo que quería era simplificar su vida. Solo que no se había dado cuenta.
El primer paso para encontrar tu propósito es preguntarte: “¿Qué es lo que realmente quiero?” Y ser brutalmente honesto contigo mismo. Olvídate de lo que esperan los demás, de lo que está de moda, de lo que parece “lógico”. Tu montaña es tuya, y solo tuya.
La gente miente mucho.
Primero a si mismo. Lo han hecho tanto tiempo que son profesionales y no lo saben.
Una lección aprendida (a tiempo)
Después de mucho hablar, Julián finalmente tomó una decisión. Vender. Vendió algunos de sus pisos, se quedó con la casa rural —pero solo como refugio personal, no como negocio—, y usó el dinero para hacer algo que siempre había querido: viajar por Sudamérica. Por fin había elegido su montaña, y su vida cambió completamente. No porque de repente tuviera más energía o recursos, sino porque, por primera vez, sabía dónde dirigirlos.
Vivir con propósito
Si tú también sientes que tienes energía para mover montañas pero no sabes cuál escalar, quiero invitarte a mi curso “Vivir con Propósito”. En él, no solo aprenderás a identificar tu montaña, sino también a soltar el lastre que te impide avanzar. Porque la vida es demasiado corta para pasarla en el valle.
Recuerda: no se trata de tener más cosas o más opciones. Se trata de elegir bien. Porque cuando encuentras tu montaña, todo lo demás se vuelve secundario. Y es entonces cuando descubres que el éxito no está tan lejos como pensabas.
Paz y Bien, el biciclown.
Y si te gustó, ya sabes, pasa el nivel de persona agradecida.