La procrastinación, definida como la tendencia a posponer tareas importantes en favor de actividades menos urgentes o placenteras, es un fenómeno diario.
Un seguidor me pidió que escribiera sobre ello.
Aunque puede parecer un simple problema de gestión del tiempo, la procrastinación está intrínsecamente ligada a factores emocionales. Y afecta a nuestra vida, como lo puede ser un grano en la espalda.
¿Qué es la procrastinación?
La procrastinación no es simplemente “dejar para mañana lo que puedes hacer hoy”. Se trata de una conducta compleja donde la persona, aun sabiendo que la postergación tendrá consecuencias negativas, decide retrasar el inicio o la finalización de una tarea relevante.
Es decir. Quien no hace algo conoce las consecuencias aunque evita pensar en ellas
Esta conducta suele estar acompañada de sentimientos de culpa, frustración y ansiedad, generando un círculo vicioso difícil de romper. No lo hago, pero lo haré. Luego no lo haces, te sientes mal y eso te quita energía para actuar.
Entre las características más comunes de la procrastinación se encuentran:
Falta de motivación
Frustración
Inseguridad
Indecisión
Estos factores, a su vez, alimentan el ciclo de postergación, afectando tanto el bienestar emocional como la productividad.
Siempre digo que una de las mayores ganancias de mi vuelta al mundo no fue ver 120 países sino el grado de autoconfianza que generé en mí. Eso es lo que te da buscar cada día un lugar para dormir. De eso va, también, mi nuevo libro.