Los lunes tienen mala prensa. Son el villano de la semana laboral, el día que nos recuerda que la vida no es un perpetuo fin de semana. Pero aquí va una pregunta incómoda: ¿Es realmente el lunes el problema o es la vida que llevamos de martes a viernes?
En mis años de viaje por el mundo en bicicleta, he visto lugares donde los lunes no existen, donde la gente no necesita un "modo fin de semana" porque su día a día no es una penitencia.
Montaigne, en sus Ensayos, hablaba de la importancia de aprender a vivir bien, de no postergar la alegría, porque
"la muerte nos acecha a cada instante y, por tanto, cualquier momento es bueno para estar preparados para ella".
Lo que Montaigne quería decir, con su clásico estoicismo mezclado con escepticismo, es que si estamos esperando al sábado para sentirnos vivos, quizá hemos organizado mal nuestra existencia.
El mito del lunes como castigo divino
En los países sin calendario estricto, donde la economía es menos obsesiva y las personas tienen un ritmo de vida propio, el concepto de "odio los lunes" simplemente no existe. He visto mucha gente en África para quienes cualquier día es igualmente válido para trabajar, descansar o celebrar.